La exposición en linea de los proyectos de grado del Pregrado en Arte son un registro del paso de nuestros estudiantes por nuestro pregrado que documenta el trabajo que hacen para obtener el título de Mestro en Arte por la Universidad de los Andes.

Vestiré de blanco – Sofía Alejandra Ureña Ceballos

“Vestiré de blanco” es la reproducción física de los objetos característicos de una boda, y pretende satisfacer cierto deseo nupcial de la artista. No es muy claro si la obra se aproxima más a lo instalativo, a lo plástico, o lo performático, pero se sabe que con su ejecución, más allá de salvar a ~la novia~ del matrimonio, acaricia la recalcitrante fantasía por el casamiento.

El montaje cuenta con elementos producidos en parafina, yeso, estuco, plata, lienzo, y múltiples velos, piezas hechas por las manos de ~la novia~ o intervenidas por ella. La artificialidad que suponen ya sea por los materiales que las componen, o los mensajes que divulgan, busca criticar esa ausencia de la contraparte masculina en la ceremonia, y reexaminar ese final narrativo que pretende la boda para el individuo femenino.

Textos de los jurados de Tesis

Beatriz Eugenia Díaz

“Vestiré de blanco”

Extenderé el largo velo blanco en lı́nea recta como si fuese un prolongado camino que conduce al vacı́o. A la entrada del camino, pondré el manojo de velas, el que amarré y prendı́ cuando me entregué a la tierra. Enseguida del manojo de velas apagadas -el que acompañ ó mi sueñ o solitario en mi ritual de despedida-, ordenaré las invitaciones al dı́a cualquiera, de un mes de mayo, de un añ o cualquiera, en el que me ocultaré tras el velo para saciar mi deseo.
Continuará el velo su camino, y remontará sobre una mesa.

Dispondré la mesa. En la cabecera, ubicaré al novio; al frente del novio, estaré yo, la novia; a mi derecha, mi madre, y al frente de mi madre, el padre del novio; enseguida de mi madre, ubicaré al oficiante, y al frente, a la pajecita; al lado del oficiante, al testigo, y al frente, a la madre del novio; al lado del testigo, al padre de la novia, y al frente, a la madrina. Cada pareja se mirará fijamente a los ojos para encender su deseo: la madre de la novia y el padre del novio, el oficiante y la pajecita, el testigo y la madre del novio, el padre de la novia y la madrina. Avergonzados, bajará n la mirada y contemplará n sus platos servidos.

Son platos frı́os, hechos de parafina blanca, en los que estará servida (no para todos) una porción de arroz crudo adornada, en la cima, por una parejita de novios (¿de azúcar?). Los platos fueron parafina derretida, deseo ardiente.

Contemplará n los platos blancos, el deseo congelado, la parejita de novios que parecerá sumergirse en la montañita de arroz blanco abundancia, se contemplarán como protagonistas de esa escena, invocará n su pureza, su blancura, y, culpables, la teñirán de amargura.

¿Y los novios? No. Los novios no podrán mirarse a los ojos. Un ponqué de bodas se interpondrá entre ellos. En la cima del ponqué, hay una vela delgada, muy alta, y a los lados de la vela, en dirección a los novios, dos parejitas de novios: una parejita esta dispuesta para ser contemplada por el novio y la otra parejita está dispuesta para ser contemplada por la novia. Dos parejitas de novios decorativas los miran y son contempladas por cada miembro de la pareja de novios reales (o fantasmales).

AMOR Y DESCANSO ETERNO, reza la leyenda escrita al rededor del ponqué con letras plateadas.

El velo continuará su camino, descenderá de la mesa y desembocará en un chorro de luz que llega al piso después de haber atravesado un vestido de novia. Blanco. Todo es blanco.

La mesa está puesta. Van en pares: cuatro pares de tenedor y cuchillo, seis copas, ocho montañitas de arroz crudo sobre ocho de diez platos, diez platos, doce parejitas de novios. El fondo del plato de la novia es un hueco en forma de corazón. La novia ha entregado su corazón al novio. El corazón está servido en el plato del novio. El interior del ponqué está oscuro, no es ponqué negro, es pura oquedad, es cubierta pura. La novia ha saciado su deseo. La niña de cuatro años, con el tenedorcito que está puesto sobre la mesa señalando el cofre con dos argollas contramarcadas (Marco y Polo), es la misma niña que jugaba a buscar un novio, la misma que se comió el ponqué por debajo de la cubierta, la misma mujer que vestirá de blanco un dı́a de mayo, la misma niña a la que vistieron igual a su mamá el dı́a de su boda, la misma mujer embarazada, la misma a quien no responde el novio que vestirá de negro un dı́a cualquiera, en una calle cualquiera, en una iglesia cualquiera, la misma que usó el vestido, la misma que lo remendó , y cosió , la misma que llevó a lavar el vestido, es la misma que lo diseñó , la misma que vesti

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