Este espacio se crea desde el escurrimiento total, desde lo que duele. Se crea un desorden, se invade, se violenta. Este espacio empieza a existir y necesita ser narrado, ser visto, ser más allá de los dibujos.
De mi cuerpo sale la materia viscosa que forma las paredes, las tripas se escurren por el techo y nos rozan el rostro. Es un lugar pequeño, pero entra luz por todas partes, y es cálido y acogedor. Las plantas de nuestros pies las recorren senderos de sangre, hilos de sangre que buscan caminos y se enredan al chocarse.
Es un reguero de cuerpo, un espacio producto del hacer, que se me empieza a salir de las manos.
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